lunes, 22 de julio de 2019

Aun bajo el postmoderno rótulo Coaching, crear es siempre un acto solitario.

La primera vez que escuchamos la afirmación de que integrar un Taller Literario no interesaba a la persona que nos consultaba, sino que su petición era la de una especie de Tutoría, justificamos ese objetivo con el razonamiento de que tal planteo estaba en consonancia con el hecho de que tenía un proyecto propio, incompatible con la dinámica natural de un grupo que, en general, por aquel entonces, prefería la narrativa a otras modalidades discursivas.


La certeza de un individualismo arrollador como el señalado por Zygmunt Bauman en su obra “Modernidad líquida” se iba apoderando de nuestro escenario introspectivo en forma gradual e inexorable.

El hecho es que, en la actualidad, la demanda de Coaching supera cuantitativamente con amplitud el abordaje literario tradicional. Y aunque la actitud de compromiso, respeto y solvencia profesional sean una base inmodificable en cualquiera de los dos formatos, sin dudas, el vínculo emocional que el coaching genera es singular. 

En cualquier circunstancia, la Escritura demanda y provoca una profunda revelación de la interioridad humana. A pesar de que la interpretación apenas se aproxime al propósito del autor y coexistan tantas como interpretantes haya, la sola apreciación de un tema o la presencia de un silencio, incluso, opera a manera de interesante proyección de la sensibilidad del autor y de su época.


Si tal proximidad ocurre entre un escritor y un lector extraños entre sí, imaginemos la que se produce en el Coaching a partir de la entrevista primaria, porque habrá que trazar una guía de trabajo afín a la intención formulada por el aspirante, o lo que es lo mismo, a esas ideas que viborearon como relámpagos en su psiquis. (Recordemos la concepción del poeta Roberto Juarroz al respecto: “Voy anotando en imágenes: / las entrelíneas de un temblor, / un cociente furtivo de la sombra, / el residuo de un relámpago”). Obvia la cercanía a tejer con merodeadoras preguntas y respuestas firmes a veces y a veces vacilantes e irá siendo más consistente a medida que se desarrollen sus encuentros en un espacio “luminoso y caldeado”, como Chéjov nos enseñó.

                                                 


Es claro, entonces, que la intención del tutorando puede implicar un espectro muy amplio para la intervención de su coach: desde el enfoque más básico y a su vez específico en lo que a escritura literaria se refiere (tanto a nivel teórico como práctico), pasando por la orientación de cómo concretar su meta -en el caso de tener ya resuelto qué pretende escribir (novela, cuentario, poemario, texto de dramaturgia, ensayo,...)-, además de la apreciación, corrección o reescritura, si ya la producción creativa estuviera diseñada, y también las sugerencias relativas a la publicación y promoción de la obra en cuestión. Inclusive, puede existir la situación de que, en virtud de motivos muy especiales, se plantee la necesidad de una especie de traslación a la escritura, por parte del coach, de experiencias testimoniales que quien consulta no está en condiciones de asumir.


 


Surgen de esta síntesis ciertas actitudes que serán los cimientos de una relación sana y fértil para ambas partes: compromiso, respeto, y la dupla confianza/ humildad (cuyo estrecho vínculo subrayamos, dado que en muchas ocasiones hemos experimentado situaciones de desmedido narcisismo ante puntualizaciones propias de un coaching respaldado en una profesionalidad sustantivamente ética. Ninguna observación sobre el trabajo del tutorando pretenderá modificar sus convicciones, pero necesitará el reconocimiento de que si recurre al acompañamiento de un coach se debe a determinadas limitaciones técnicas). Las garantías de nuestro Coaching están avaladas no sólo por décadas de trayectoria sino por pruebas de conocimiento público.







Ésta es la instancia de decisión del consultante.


En palabras de Walter Benjamín: “En los terrenos de que nos ocupamos, conocemos sólo al modo del relámpago. El texto es ese trueno que después retumba largamente.” 

Y como un texto busca siempre la compañía de otros, tal vez acepte también que se transforme en Escritura, trazo a mano alzada e indeleble de las tormentas del Alma y Estuche protector de la Vida.







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